El ángel de la pirámide

El ángel de la pirámide2023-07-01T21:05:39+03:00

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El ángel de la pirámide

El Museo del Louvre es uno de los más famosos del mundo, y por ello, es posible descubrir allí algunas colecciones y obras de arte únicas. Su pirámide, construida durante la presidencia de François Mitterrand también es famosa.

Los guardianes del museo son menos conocidos, como el que aparece en esta fotografía que tuve la oportunidad de sacar desde el interior de la pirámide.

El guardián vigila a la muchedumbre desde arriba, está mirando la plaza cuadrada en la base de la pirámide, que es la entrada del museo. El reflejo de la luz en el plexiglás, mezclado con la luz que penetra la estructura de la pirámide en el fondo hace aparecer el guardián como si fuera… quizás un ángel, no realmente un guardián. Pienso que podríamos decir un «ángel de la guarda».

He sacado esta fotografía sin ver este ángel en el momento de apretar el disparador. Tampoco sé con certeza por qué decidí fijar este momento particular. Es como si la decisión no fuera totalmente mía, como si sólo hubiera respondido a una llamada que emanaba mucho más allá de mi personalidad.

A menudo nos identificamos con nuestra personalidad, pero ¿somos realmente nosotros? La palabra viene del latín «persona» y significa «máscara». Si la personalidad es nuestra máscara, entonces ¿quiénes somos? Lógicamente, deberíamos ser el que lleva la máscara, y descubrirlo, aprender a conocerlo y a identificarse con él es una meta esencial de todo filósofo.

«Conócete a ti mismo» estaba escrito en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos.

Realizar eso implica que la máscara se vuelve transparente y que el «verdadero yo» empiece a actuar, a sentir, a estar en control. Es el yo interior, el de detrás de la máscara, que es considerado por numerosas culturas y filosofías como ligado al Arte, a lo Verdadero, a lo Bello, y a lo Justo… como diría Platón.

Esta parte más profunda de nosotros mismos no responde a las opiniones sino a la inteligencia. Ya no se trata de amar o no amar algo, sino de reconocer lo Bello cuando nos encontramos en su presencia.

Solamente al identificarse con este yo oculto es cuando el artista se vuelve capaz de asir la esencia de lo Bello y de manifestarlo por medio de una obra de arte, se trate de sonido o de forma, de poema, pintura, escultura, danza, sinfonía, fotografía u otra cosa.

Lo que importa verdaderamente no es la técnica utilizada para manifestar la esencia del arte – o arquetipo –, hacerlo visible o audible para todos. El creador es en este momento particular el invisible y profundo «yo» y no su personalidad, la máscara portadora de nuestras opiniones subjetivas.

Es fácil expresar nuestras opiniones, la gente las puede apreciar, pero eso no hará de ellas obras de arte. Y sin embargo poseemos todos un yo interior, somos todos artistas en potencia… pero para manifestar este potencial antes nos hace falta separarnos de toda opinión personal.

Ninguna opinión es universal. El Arte sí lo es.

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