El año nuevo -según el calendario gregoriano – está aquí. Acabamos de entrar en la segunda década del siglo XXI, y la gente ya lo está considerando con un gran signo de interrogación, preguntándose: ¿qué podemos esperar de ella?

Seguiremos viendo en los próximos 10 años las consecuencias de nuestras acciones y decisiones pasadas… o tal vez sea más correcto decir «nuestra falta de acciones y decisiones», o incluso mejor: «nuestra falta de acciones éticas y decisiones inteligentes».

Cada pensamiento, sentimiento y acción, cada decisión -o falta de ella- tiene una consecuencia. Ahora, a las puertas del año 2020, está bastante claro que «nosotros» -como humanidad- hemos perdido el rumbo en varios aspectos: valores como la empatía, la fraternidad, la unidad, el respeto a la Naturaleza, que antes se consideraban «intocables» y de máxima prioridad, ahora se consideran una cuestión de subjetividad y de opinión.

Hemos perdido la brújula y nos movemos a ciegas, sin seguir otro camino que el camino construido sobre nuestra ignorancia. Como consecuencia, la gente se queda en una confusión total, donde todo parece ser -como en un espejo- el reflejo opuesto de su verdadera naturaleza: ¿qué modelo político y social sirve realmente a la libertad? ¿Qué forma de vida protege realmente a la naturaleza? ¿Es realmente lo que parece… o podría ser lo contrario? Y la pregunta central debería ser: ¿Estoy haciendo -todos nosotros- lo que profundamente sé que debería hacer para poder mirarme en el espejo todos los días sin vergüenza?

Todos deberíamos atrevernos a hacernos esta pregunta: ¿No necesitamos volver a empezar?