Elegí esta imagen, de una persona posiblemente separada o aislada de los demás por una ventana, para ilustrar un concepto simple: nos aislamos para reducir el riesgo de pandemia, pero al hacerlo, abrimos la puerta a un riesgo tal vez más peligroso: la obsesión del «cero riesgo «.

Lo que quiero decir es que, aunque es absolutamente legítimo proteger nuestra salud individual mediante el aislamiento, al hacerlo nos arriesgamos a iniciar una peligrosa degradación de la salud social.

Vivir en sociedad implica cierta cantidad de riesgos, y eso es un hecho. Cualquier interacción con otros seres humanos, cualquier relación que establezcamos desafía nuestra comodidad y hábitos individuales. Conducir es un riesgo, viajar es un riesgo, descubrir nuevas culturas y paradigmas es un riesgo, y en general, estar vivo es un riesgo. Todo ser vivo corre el riesgo de morir, ¿no es así? Pero, por supuesto, el miedo a morir no debería disminuir nuestra voluntad de vivir.

Lo que intento decir es que no existe el «cero riesgo». No podemos erradicar todos los virus y bacterias de nuestra vida, y tenemos que aceptar vivir con el virus sin dejar que su presencia destruya la esencia de nuestra vida social.
La respuesta más común de las «autoridades» es tratar de controlar, y distribuir multas, en lugar de informar, educar y restaurar la confianza. Estamos viviendo, en la mayoría de los países del mundo -salvo algunas excepciones muy raras- una ruptura total entre los ciudadanos y sus representantes, y esos representantes están perdidos -por no decir en un pánico total- y por lo tanto no conocen otra manera que el de recuperar el control aplicando las mismas medidas de siempre, que han demostrado ser más peligrosas que eficientes. El peligro de que esas personas estén a cargo, es que nos imponen su falta de visión, su falta de imaginación y sobre todo: su miedo.

La obsesión del «cero riesgo» puede ayudar a curar a más individuos, pero ¿es aceptable el precio, si al hacerlo estamos destruyendo el terreno social y cultural en el que evoluciona toda la Humanidad? Debemos aceptar el riesgo como parte de la vida. Debemos aprender a vivir con él, porque de lo contrario, podríamos llegar, en un futuro no muy lejano, a una situación en la que no haya más vida social que poner en peligro.

Así que seamos valientes. Abracemos nuestro miedo, tomémoslo de la mano y sigamos adelante con él.