Desde el centro del camino, nos convertimos en un vínculo entre personas situadas en ambos lados. Podemos escuchar a ambos, entender a ambos -sin necesidad de suscribir a ninguno de los puntos de vista- y, a menudo, descubrimos que detrás de una oposición visible, existe un terreno común oculto.

Desde el centro del camino, podemos ofrecer una mano a ambas partes y mostrarles que existe un espacio donde puede tener lugar un verdadero diálogo. Para lograrlo, primero debemos buscar nuestro propio centro. Tenemos que encontrarlo, reconocer nuestras propias convicciones y luego mantenernos firmes con ellas en el centro, resistiendo las voces de las múltiples opiniones que nos rodean.

Cuando nuestra conciencia reside en nuestro propio centro, empezamos a experimentar lo que a menudo se describe en filosofía como el «Camino del Medio». Es un Camino de la conciencia, porque nuestra conciencia debe estar en constante movimiento hacia adelante, como el movimiento de la Vida, creciendo en experiencia y madurez, creciendo en la percepción de la realidad, y comprendiendo que cada parte desempeña un papel en la esencia del Todo: ninguna parte está excluida del camino, y ninguna parte es el camino completo por sí misma.

Por lo tanto, la única pregunta que realmente importa es: ¿Cómo podemos situar nuestra conciencia en nuestro centro? Creo que la respuesta debe ser descubierta por aquellos que tienen la necesidad de seguir el Camino.

Si un niño puede sentarse en el centro de una mesa y convertirse en un vínculo entre las personas de ambos lados, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros?