Una pregunta recurrente sobre el destino de la civilización actual: ¿está cayendo, o sólo estamos vivendo una crisis temporal que se resolverá tarde o temprano? Quizás ambas cosas sean ciertas.

El hecho es que las civilizaciones caen, la Historia lo demuestra. Las civilizaciones tienen sus ciclos, surgen, crecen, alcanzan una edad de oro y luego empiezan a caer. Esto es absolutamente normal, ya que todo evoluciona en el Espacio y el Tiempo -desde un ser vivo hasta una civilización- todo tiene su propio ciclo, que comienza con el nacimiento y termina con la muerte.

Y al igual que no es fácil aceptar la proximidad de nuestra propia muerte, es difícil reconocer el final de la civilización en la que evolucionamos: estamos demasiado apegados a ella, demasiado cerca. A veces nos falta perspectiva.

Al igual que desearíamos detener la marcha del tiempo y escapar de la muerte, deseamos que la civilización no caiga. Pero tenemos que seguir las leyes de la naturaleza y, en cierto modo, la muerte no es más que una posibilidad para una regeneración, una oportunidad para construir algo mejor.
Con el paso del tiempo, envejecemos, y en un momento nuestro cuerpo físico se degrada, al igual que nuestra vitalidad y nuestra capacidad de trabajar con nuestra psique y nuestra mente. Muchas tradiciones antiguas entendían esto como una compasión de la naturaleza, que nos ayudaba a aceptar la muerte con serenidad, y a prepararnos para la reencarnación en un nuevo cuerpo, con una vitalidad, una psique y una mente rejuvenecidas.

Nuestra civilización ha envejecido y se ha alejado de su época dorada. Por supuesto, muchos individuos tienen la mente y el corazón abiertos, pero cuando miramos con objetividad el estado del mundo, ¿realmente vemos un logro de una especie de fraternidad universal entre los seres humanos? ¿Hemos logrado -como humanidad- un estado de Unidad? ¿Somos capaces de utilizar las numerosas herramientas y la tecnología para servir a la Belleza, la Justicia y el Bien? Por supuesto que no. Todo lo contrario, y si no somos capaces de mirar la cruda realidad, la Naturaleza está aquí para recordarnos que hemos perdido el equilibrio: las pandemias y los cambios climáticos son sólo los primeros ejemplos.

Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer? ¿Intentar detener el proceso de la naturaleza y desafiar a la muerte? No funcionará, lo sabemos. Esta civilización ha llegado a un punto de no retorno. ¿Triste? Tal vez… pero es un hecho, y cuanto antes lo aceptemos, antes podremos unir fuerzas para construir una mejor.

Desde mi limitada experiencia en esta vida, creo que el amor a la sabiduría -lo que se llama filosofía- es el único remedio verdadero para esta situación. Una civilización mejor significa una civilización más sabia, significa aprender de las difíciles experiencias actuales para construir unos cimientos sólidos como una roca. No sólo nuevos cimientos, sino mejores, que se basen en la belleza, la armonía, la justicia y la ética, con respeto a la Naturaleza y a nuestros hermanos en la humanidad.