Se dice que el Amor no tiene edad. Pienso de otra manera, creo que el amor madura como un buen vino francés.

Cuando eres joven no sabes realmente lo que es el Amor; un adolescente espera «estar enamorado», sólo porque así es como debe ser. Esta expectativa, junto con la falta natural de experiencia, fácilmente confunde el amor con los deseos. Por supuesto, ambos pueden ocurrir al mismo tiempo y en la misma persona, pero no son idénticos.

El deseo está ligado a la Personalidad, la «máscara» que llevamos, como indica la palabra latina «Persona». El deseo puede ser fuerte, pero generalmente es temporal. En un momento se desvanecerá tan repentinamente como apareció. Es más una pasión que un sentimiento profundo.

El amor, por otro lado, necesita tiempo para ser afinado. Crece con el tiempo, a medida que dos -o más- almas aprenden a conocerse. Hace falta tiempo para penetrar lentamente en la intimidad de otra persona, y para que personas diferentes y separadas se unan y se conviertan en una.

Dos personas no se convierten en una pareja sólo porque deciden hacerlo. El tiempo es el Maestro, que poco a poco se va configurando para compartir la misma meta, el mismo destino.

Pero, ¿cuándo nos volvemos «viejos» exactamente? Recientemente vi en un foro de Internet un post que decía: «Si te caes y la gente se ríe de ti, significa que eres joven. Pero si corren rápidamente hacia ti, para ayudarte a estar de pie… entonces sabes que eres viejo».

Eso puede ser cierto, triste pero cierto. Pero esto está en relación con la edad de la «máscara», como se ha mencionado anteriormente: la personalidad. ¿Qué hay del individuo detrás de la máscara? ¿Qué hay de nosotros mismos, no de la máscara que usamos, no de nuestra apariencia?

¿Nuestra edad se define sólo por el número de años que hemos vivido o debemos considerar un factor cualitativo, no sólo el número? Tal vez algunos de nosotros aprendemos rápido, y así ganamos madurez y experiencia antes que otros. Tal vez algunos sean «almas viejas» y otros «almas jóvenes», como se considera en las tradiciones que se refieren a la «reencarnación». Tal vez algunos de nosotros sólo «nacemos viejos», en un cuerpo joven pero con la experiencia -no la memoria- de muchas vidas antiguas. ¿Quién sabe?

Una cosa es segura: un «viejo amor» vale más que uno joven. Como dije antes, como un viejo vino francés. Permite descubrir y degustar aromas que nunca encontrarás en una botella más joven.